Debe identificarse con una pintura propiedad del cardenal Alessandro d'Este y se describe como un Retrato de Apolo con Marsyas de Guerzino di Cento en el inventario de bienes romanos pasado a la princesa Giulia d'Este a su muerte (1624). El pintor despoja al relato mitológico de toda demora narrativa y la composición, en virtud del cierre, se convierte en un estudio directo de los personajes, intensificado por el vibrante batir de la luz y el expresivo uso de las sombras, que velan un momento de perturbación casi sensual del joven dios, audazmente desafiado por el fauno. El lienzo pertenece al momento más ferviente de la actividad del pintor de Cento y es de particular importancia no solo para la reconstrucción de la etapa juvenil sino también para la del coleccionismo de Este, donde el papel del cardenal Alessandro es de gran importancia.