El módulo espacial al que llegó el pintor en la posguerra, tras la pintura tonal practicada en el contexto de la Escuela Romana, no marca una ruptura con el pasado, sino que se sitúa en un camino evolutivo coherente que, queriendo captar la tensión derivada de estar inmerso en la realidad, a partir de la enseñanza recibida en la infancia por los dos ciegos, pretende extraer un solo signo de la multiplicidad de las cosas. En Superficie 141 los acuerdos tonales y formales del fondo -si aún podemos hablar de la relación entre fondo y figura- contrastan con las lágrimas segmentadas que recorren la estructura del lienzo de arriba abajo y de izquierda a derecha justificando, un nivel perceptivo, una doble lectura en términos de dirección y velocidad.