La obra es un estudio extraído del cuadro de 1889 del mismo nombre conservado en el Museo Segantini de St. Moritz. El tema abordado es emblemático de toda la producción de Giovanni Segantini, la vida rural y el sujeto campesino, pilares de la poética, una especie de concepción primordial de las cosas, desprovista de intenciones sentimentales, populistas y patéticas, pero destinada a explorar la parte más íntima que esa naturaleza tan amada por el artista y fin último y único de su investigación. Frente al original, el pequeño cuadro, fechado en 1891, incluye únicamente la silueta contra la luz de la mujer encorvada trabajando, alcanzando una síntesis absoluta en la que el ser humano se yergue solo entre las dimensiones de la tierra y el cielo. A pesar de su reducido tamaño, el cuadro, arqueado en la parte superior a modo de retablo, tiene un acento decididamente épico, y da dignidad y solemnidad a esa obra rural que en Segantini se convierte en símbolo de esfuerzo y aceptación. La composición, de tono clásico y perfectamente equilibrado, contrasta la poderosa figura del primer plano con la insinuada imagen de un hombre junto a un carro cargado de heno que emerge del horizonte por lo demás desolado, que dialoga con la riqueza de la textura cromática del desordenado campo, lleno de hierba seca.