La pintura fue encargada por Marco Marazzoli (1602-1662), músico de la corte de la familia Barberini, quien donó la obra a sus mecenas en señal de agradecimiento. En un ambiente lleno de deseo, el pintor construye la escena de un melodrama barroco, presentándonos a la soberana de Egipto como la mujer por cuyo amor Marco Antonio renunció a Roma y al dominio del mundo. Es el momento culminante de la tragedia, en el que la heroína, para no ser exhibida como trofeo de guerra, opta por el suicidio. Tiene los ojos muy abiertos y los labios entreabiertos, pero es tan sensual y seductora como dicta el estereotipo de su legendaria belleza. La brillante perfección del cuerpo, casi un mármol antiguo, envuelto en un paño rojo fuego, se destaca sobre un fondo oscuro, una anticipación de la muerte inminente. El artista utilizó el mismo modelo que la Venus tocando el arpa.