A diferencia de muchos de los retratos femeninos de Boldini, en los que toda la figura es funcional para mostrar todos los detalles de la ropa en los retratos, en este cuadro la figura se limita al busto: de él emerge con especial fuerza el rostro ovalado de una niña, mientras que el fondo y el vestido se deshacen en una pintura tan transparente que emergen las capas subyacentes.