Pintor, escultor, diestro e infatigable dibujante, Giorgio Kienerk ya había alcanzado una cierta madurez estilística a finales de la década de 1880, asimilando al mismo tiempo el modelado, la línea, la interpretación de la realidad, el ojo, el corte, el brillo vibración. Quizás sea él el verdadero eslabón por el cual de la Macchia que se ha vuelto cada vez más blanda y luminosa, se pasa a la Impresión. Fechado en 1892, ejecutado durante la segunda estancia de trabajo en Liguria, el lienzo San Martino ad Albaro de Kienerk simplifica las elecciones nomellinianas del contemporáneo y análogo Ulivi ad Albaro, marcando la estructura de la obra a través de un primer plano denso de vegetación, ricamente variado en el colores pegados a taches cortos, que revelan en parte los edificios deslumbrados por el sol de la mañana al fondo. El delicado juego de complementarios, sostenido por el suave lila de las sombras que se encuentra con el amarillo de los edificios en pleno sol para volcarse en un cielo vibrante de luz y calor, continúa el camino de los experimentos realizados el año anterior en los mismos lugares.