En octubre de 1906 Gino Severini llega a París. No tiene apoyo, tiene poco dominio del idioma y no tiene dinero, pero su estancia en la ciudad se sostiene con tal entusiasmo que alivia las urgencias de la subsistencia diaria. Severini rápidamente entra en relación con el animado ambiente artístico y cultural parisino. Introducido por Amedeo Modigliani, comienza a frecuentar el Lapine Agile, tejiendo vínculos con los numerosos artistas y poetas que gravitaban en torno al famoso cabaret.
El autorretrato al pastel, cariñosamente dedicado en el anverso a su amigo Baldo "uno de los pocos hermanos en la lucha y las aspiraciones", va acompañado de un autógrafo de 1908 que se supone
a propósito más tarde, al mismo tiempo que la donación a Baldo. Severini se describe a sí mismo delgado, con un cigarro colgando de la comisura de los labios y una mirada indolente, en un momento de su vida en que “las cosas estaban bastante mal, y también…. la salud dejaba algo que desear". Una condición económica, física y psicológica, que acompaña los primeros atisbos de la estancia parisina. El aspecto de Severini en el nuestro resulta muy diferente al de los tres autorretratos anteriores donde se representa a sí mismo con un tono elegante, absorto, brillante, astuto, confiado e imperturbable. En el nuestro, la fisonomía se esboza con un gesto nervioso y sintético, que detecta las luces con amarillos helados y blancos puros, identifica los semitonos con naranjas cálidos y rosas impalpables, define las sombras con verdes ácidos y azules oscuros. El azul de los ojos melancólicos hace eco en el atisbo de una chaqueta, rebotando en el vibrante cabello carbón de prusia y cobalto. Atravesado por escasos trazos de ocre, el fondo neutro respira el mismo talante triste del rostro, sumergiéndolo en una atmósfera con sabor simbolista.
Título: Auto retrato
Autor: Gino Severini
Fecha: (1907 - 1908)
Técnica: pastel sobre cartulina
Expuesto en: Pinacoteca el Divisionismo
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