Judith es el único personaje femenino al que se le dedica un libro del Antiguo Testamento. La heroína, con una astuta estratagema, logra salvar a su pueblo del asedio del ejército asirio, comandado por Holofernes. Fingiendo querer traicionar al pueblo judío, es acogida en el campo enemigo. Después de un suntuoso banquete, se acerca sigilosamente a la cama del general, ahora vencido por el abuso del vino, y lo mata con su propia cimitarra. Mientras que muchos artistas se habían centrado en el peor momento del episodio, la decapitación de Holofernes, aquí Piazzetta representa el momento inmediatamente anterior. Judith con una mano desata el lazo que sujeta la cimitarra y con la otra aparta la cortina que rodea la cama. La escena adquiere así un fuerte sabor teatral: la cortina-cortina se abre, ilumina a Judith, aquí representada como una sofisticada mujer de rango, y revela a los ojos del espectador un momento de suspenso, marcado por fuertes contrastes de luz, en que el cuerpo de Holofernes parece ya deshecho y sin vida.