Atrapado por la pérdida del centro y el impactante efecto de la pintura gestual, Vedova siente la urgencia de expresar, proyección de ese otro que se convierte en la cosa en sí. Entre los golpes de la espátula y los golpes del pincel, los colores experimentan oscilaciones y contragolpes que pretenden hacernos percibir la angustia épica de la posguerra, ese grito del alma que se expresa a través de manchas y trazos convulsos.