Soledad se puede fechar en 1910-1911, cuando Longoni, ya libre de dificultades económicas gracias a la renta vitalicia que le concedió en 1906 el empresario Pietro Curletti a cambio de gran parte de su producción hasta entonces, se dedicó a la pintura con una inédita disposición del alma. Soledad, paisaje alpino etéreo, articulado en tres planos de perspectiva que desde el lago cristalino recortado en luz conducen la mirada hacia el valle sombrío y los picos nevados al fondo, el cuadro se juega con las tonalidades de un azul frío templado por un nota difusa puntiaguda de rosa que se construye sobre la base de un divisionismo complejo. La consistencia de la pincelada es más densa en la textura multicolor del césped y cada vez más diáfana en otros lugares, donde el signo se ensancha y se libera para acomodarse a la discontinuidad de las pendientes. Punto de apoyo de la escena, perdida entre las inalcanzables alturas del cielo y los espantosos abismos de la tierra, emerge a la izquierda una figura reflejada en las claras aguas, para establecer un eficaz contrapunto vertical e inspirar sentimientos de paz y extrema melancolía.