Domenico Piola pintó las bóvedas de las dos últimas salas orientales del segundo piso noble del Palazzo Rosso entre 1687 y 1688, como atestiguan las balanzas de pagos que le conciernen. Es el período posterior a su regreso del viaje-fuga emprendido en 1684, tras el bombardeo francés de la ciudad, que lo llevó a varios lugares del norte de Italia y en especial a Parma, donde pudo contrastar y actualizar su manera de concebir el espacio pintado en relación con el arquitectónico. Esta experiencia y, al mismo tiempo, el contacto con Gregorio De Ferrari, su yerno y alumno, dotó a su lenguaje de una ligereza más suelta, sobre todo en la práctica de un uso del color más ligero y menos corpulento, que se asocia a un gusto por el espacio, lo abierto y por la composición pensada en sentido rotatorio. Son elementos reconocibles en la concepción de las salas con las alegorías del Otoño y el Invierno, donde Domenico aprovechó la colaboración del yesero Giacomo Muttone y el cuadraturista boloñés Stefano Monchi. El tema del Otoño se resuelve con la tradicional representación del triunfo de Baco. La bóveda representa, inmerso en una luz clara y difusa, al dios no absorto, sin embargo, en celebraciones salvajes, sino más bien joven, imberbe, atrapado en un momento de serena ternura cuando, habiendo llegado a la isla de Naxos, se encuentra con Ariadna, abandonada allí por Teseo, se enamoró de ella y la quiso como esposa. El resultado es una pintura en la que el dibujo como elemento estructurador de la imagen da paso al color que, a través de transiciones lumínicas, modela los cuerpos y los planos espaciales. El Tíaso báquico, animado y vivaz, queda relegado a los márgenes de la composición: el borracho Sileno, las bacantes, los centauros, los sátiros y los animales queridos por Dionisos -cabras, panteras, monos-, lunetos maestros y ménsulas con registros cromáticos más vivos y plásticos, en agradable y dialogante contraste con la bóveda. El bello friso de estuco dorado que recorre los cuatro lados de la sala, en una continua sucesión de sarmientos, además de reafirmar el tema de la temporada, inspira el motivo decorativo del marco del gran espejo colocado entre los ventanas