La obra fue creada con motivo de la exposición Contemporáneo en Roma. El artista crea una intervención inolvidable para la ciudad: envuelve las murallas aurelianas. La suya es una provocación muy fuerte, una forma inusual de acercar el arte a la ciudad. Pero, sobre todo, es el lugar para hacer la obra: Roma, ciudad sagrada y cuna del arte clásico, está investida de contemporaneidad. Christo quiere llamar la atención sobre un proceso de metamorfosis, sobre la realidad y el misterio del objeto, que el mundo de hoy ya no nos permite ver. Su discurso amplía la audiencia del arte al involucrar a todos, tanto a los que trabajan en el proyecto como a los que pasan. De esta manera permite al hombre leer la realidad de otra manera, revelando lo que no se ve o lo que no se sabe ver. Sus obras son negaciones: al envasar excluye de la vista, pero al mismo tiempo enfatiza un objeto de paisaje o un monumento, subrayando lo habitual (ahora invisibilizado por la costumbre) dándole un nuevo significado, devolviéndole una dignidad que lo impropio el uso de la sociedad lo había negado.