El sembrador, fechable en 1895, año del regreso del pintor de su primera estancia en Francia, está afectado por las influencias integradas de Millet y la Escuela de Barbizon, el impresionismo italiano y el divisionismo. El primer plano central lo ocupa la figura de un campesino, equilibrado por la silueta de una campesina que camina al fondo con una pala en la mano y una carga sobre los hombros, ambas enmarcadas en la trama estructural y cromática del paisaje del que se convierten en elementos inseparables. El gesto del hombre, de espaldas de cuerpo entero, con el cuerpo en torsión y el brazo derecho estirado detrás de la espalda en el acto de arrojar semillas a un campo de deshielo, infunde dinamismo a todo el cuadro, interceptando el ritmo de las franjas de tierras ya limpias de nieve que conducen la mirada hacia las casas de Prestinone, más allá de las cuales se puede ver la vegetación, las montañas, el cielo. El brillo deslumbrante está sostenido por los pedazos de una capa de nieve obtenida por la superposición de filamentos blancos, azules y amarillos, donde se colocan las largas sombras celestes que, en un hábil juego de complementarios, iluminan el suelo dorado salpicado de ocre, marrón, verde.