El lienzo, cuyo origen aún se desconoce, fue registrado en 1921 en el inventario del Palazzo Bianco como una copia de Lionello Spada da Caravaggio. En 1953 fue identificada por Caterina Marcenaro y, al año siguiente, fue publicada por Roberto Longhi como la versión autografiada del maestro lombardo de la que se extrajeron copias derivadas, especialmente del área siciliana. Se han formulado diversas hipótesis en relación con el encargo y la procedencia antigua de esta pintura, pero aún no existen elementos ciertos que permitan reconstruir los acontecimientos de la obra hasta su descubrimiento en los yacimientos genoveses. Una de las hipótesis más acreditadas vinculaba el Ecce Homo del Palazzo Bianco con la obra que el propio Caravaggio, en un escrito autógrafo fechado en junio de 1605, prometía al noble romano Massimo Massimi, figura destacada de la Roma contrarreforma; otros estudios, en cambio, han propuesto identificar este lienzo con el ya existente en la colección genovesa de Pietro Gentile; con el mencionado en el testamento del ciudadano genovés Lanfranco Massa, redactado en Nápoles en 1630, o con el que aparece meticulosamente descrito en el inventario de la colección napolitana del español Juan de Lezcano (en 1631). Más allá de las diversas hipótesis, pues, el único hecho incontrovertible puede verse en los numerosos "arrepentimientos", visibles en las manos de Pilato, en los hombros, en las manos y en el taparrabos de Cristo que prueban la rapidez de ejecución de la obra. . Sin embargo, la pintura debería haber llegado temprano a Génova. Para reforzar esta última posibilidad, no cabe duda de que precisas referencias formales a la composición de Caravaggio se encuentran en obras de artistas activos en Génova ya en las primeras décadas del siglo XVII, como Strozzi, Borzone, Orazio De Ferrari y Van Dyck, quienes inmediatamente capturó los caracteres innovadores de las opciones de iluminación. Como en Caravaggio, en efecto, también en este cuadro -en el que se hacen evidentes ecos de la formación lombarda del pintor- luces y sombras están cargadas de significados simbólicos de modo que en la luz luminosa del cuerpo de Cristo, representado en la actitud resignada del Agnus Dei, contrasta con él el negro del vestido de Pilato, que refuerza, incluso visualmente, el papel negativo del procurador romano como juez. El elocuente gesto de las manos de este último, invitando a los espectadores a entrar en la escena representada más allá del parapeto, da al episodio las características de un "drama sagrado" figurativo.