Pusterla, ya en estrecha relación con intelectuales socialistas de la talla de Pompeo Bettini y Gustavo Macchi, mostró una decidida orientación hacia las cuestiones humanitarias a partir de 1885. Cabe señalar la presencia del artista en la Primera Bienal de Venecia con una obra fundamental de trasfondo social, Riflessioni dolorose, realizada entre 1894 y 1895, un gran lienzo con cierto efecto luminoso y sentimental que capta a dos hermanas, dos niñas, dos pequeños trabajadores como se vio a menudo en aquella época de penurias y privaciones, una todavía atenta a coser bajo la luz de un farol, la otra, la más joven, tendida sobre la superficie de trabajo, hundida en un sueño infantil, con el rostro apoyado en sus brazos, su boca entreabierta. Un lienzo rico en detalles que emergen de la penumbra, desde el maniquí de mimbre que proyecta sombras con esquematismo filiforme en la pared del fondo, hasta el cucharón y la olla colgados junto a la ventana, la estancia se impregna de una atmósfera lúgubre y pesada, animada por el contraste del cromatismo chillón e informe de las telas rojas, verdes y blancas, probablemente para rendir homenaje, como en otras pinturas de la Italia posterior a la unificación, a la Tricolor.