Al igual que el retrato, género predilecto de Arturo Noci, el desnudo asume gran importancia en la producción del pintor a partir de 1903. Gracias también a la fama que alcanzó gracias a clientes y compradores autorizados, Noci se consagró como retratista, participando sin interrupción en las más importantes eventos y éster. En 1912 el artista figura entre los impulsores de la Secesión Romana, institución construida en antítesis de la ya obsoleta Sociedad de Aficionados y Cultores con la intención de favorecer aperturas y conexiones en el ámbito internacional, convirtiéndose en una de las indiscutibles junto a Camillo Innocenti y Enrico Lionne protagonistas. Expuesto en 1916 en la cuarta y última exposición de la Secesión romana, Mattino utiliza una iconografía ya muy experimentada por Noci y muy de moda en esos años: vuelta hacia una ventana tejida con amarillos y naranjas, una niña está sentada en una cama de más ancho y pinceladas multicolores más desordenadas sobre las que destacan el almohadón verde y un espejito insinuado por toques breves, mientras su espalda desnuda, robusta pero flexible, recoge la luz de la estancia en un urdir superficial de notas frías. La pose degasiana, los colores sensuales a lo Bonnard y el cartel rápido y fragmentario cercano a Toulouse Lautrec, revelan una gran influencia francesa y nabis.