Un ojo de bronce que se sostiene sobre su propia lágrima: desde el centro de la pupila el fluido desciende hasta el suelo donde forma una base de apoyo. En la sala de la raíz del Palacio Butera, esta obra casi parece irradiar el canal revestido de mayólica donde se ha insertado la raíz de Jacaranda. Durante su carrera artística, Anne y Patrick Poirier han desarrollado una poética basada en la fragilidad de la memoria humana. Celebrado por retrospectivas recientes (París, Maison Européenne de la Photographie, 2017; Roma, Villa Medici, 2018), el camino de Poirier cruzó la arqueología y los jardines renacentistas. La posible destrucción de civilizaciones, a causa de las guerras, se ha convertido en un punto fijo de su mirada. Y el ojo lloroso es el lugar donde el tiempo se imprime y se convierte en memoria.