El viaje a Francia realizado por Angelo Torchi en 1889, para descubrir el impresionismo y el puntillismo, tuvo consecuencias inmediatas. Sus nuevos trabajos, que están influenciados por sugerencias de más allá de los Alpes, no son aceptados por los decanos de los maquis y son duramente contestados por ellos, un presagio de la división en el área de Macchiaioli. En este contexto se inscribe el cuadro Trigo al sol de 1891, que se distingue por la minuciosa aplicación de un minucioso punteado de la escuela francesa, distribuidos para construir un paisaje lineal de campos amarillos y cielos azules parpadeantes en el claro calor del verano. El uso diligente del color dividido, sistemáticamente abordado mediante un muy denso tejido de pigmentos puros en correspondencias complementarias, es amenizado por la peculiar materialidad, el lienzo, por su finura, calidad y coherencia estilística, no tiene igual en toda la producción de un pintor “al que le costó toda la vida filtrar el sol por las pupilas”, ensayando nunca soluciones unívocas que lo sitúen en una perspectiva amplia, a veces con aliento europeo.