En esta espléndida obra, el gran artista describe una escena compleja destinada a hacer reflexionar sobre el vicio de la pereza y la lujuria generada por la pereza. En una habitación bien caldeada, como sugiere la estufa, un anciano, en lugar de trabajar, se queda dormido en el banco. El demonio inspira la visión, que se materializa en la Venus clásica, reconocible también por la presencia de Cupido. Este último está representado trepando en zancos, una sugerencia adicional para decir que en un anciano la lujuria, además de pecaminosa, es fútil. En su refinado y complejo juego de referencias, el artista coloca un anillo en la mano de Venus, citando una leyenda extendida contada desde el siglo XII y retomada en el siglo XIX por Heinrich Heine y Prosper Merimée. Según la historia, el diablo, escondido en una espléndida estatua de Venus, habría atado a sí mismo, en una especie de compromiso, a un joven que, después de varias peripecias, fue liberado solo por un sacerdote y luego se convirtió al cristianismo. El monograma de Durero está en la parte inferior derecha. La Colección Bertarelli posee varias obras grabadas del gran artista alemán.