La Abadía de Fruttuaria fue fundada a principios del siglo XI por Guglielmo da Volpiano en el territorio de San Benigno Canavese. El edificio original tenía tres naves cortas cortadas por un crucero en el que se abrían cinco capillas absidales: con la presencia de varios altares, diferentes monjes tenían la posibilidad de celebrar la liturgia al mismo tiempo. Los muros de las capillas del transepto conservan coloridos frescos con estilizados motivos de imitación al mármol. El altar de la cruz, en una posición central, representó el punto de apoyo de todo el espacio religioso y detrás de él se encuentra la rotonda del Santo Sepulcro, que data de las primeras fases de construcción. El pavimento del recinto, formado por una serie de mosaicos con motivos geométricos y animales colocados dentro de cuadrados, salió a la luz en 1979. A los lados del altar hay dos cuadrados con parejas de animales enfrentados. El panel norte, muy incompleto, contenía dos leones, el sur, mejor conservado, dos grifos rampantes separados por una rama vegetal. Una segunda banda en un nivel inferior conserva cuatro aguiluchos, símbolo imperial, dentro de marcos geométricamente divididos en espacios romboidales. Completan la escena otros dos grifos (símbolo cristológico) en teselas en blanco y negro e inserciones policromadas. Los mosaicos de Fruttuaria, de origen benedictino, se encuentran entre los más antiguos presentes en el área de Piamonte. El claustro del siglo XVIII, de planta octogonal regular, representa el elemento bisagra de todo el conjunto. Durante una reciente restauración de los muros surgieron algunos elementos de la fase románica: se trata de cuatro arquillos de mampostería, sostenidos por capiteles troncocónicos, sostenidos por una pequeña columna, todo ello en mampostería revocada.